¿Qué pasa cuando muere un papa? Así se elige al nuevo líder de la Iglesia
El fallecimiento del papa Francisco ha puesto en marcha un procedimiento cargado de simbolismo y rigor institucional: el proceso para elegir al nuevo papa. Este rito, que combina tradición, espiritualidad y elementos estratégicos, es uno de los eventos más seguidos en todo el mundo. ¿Qué ocurre exactamente desde la muerte del pontífice hasta que se anuncia su sucesor? Lo explicamos paso a paso.
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La sede vacante: inicio de una etapa sin pontífice
La “sede vacante” comienza en el momento en que se certifica la muerte del papa. Esta expresión, utilizada desde el siglo XIII, define el periodo en que la Iglesia católica queda sin sumo pontífice. Durante este intervalo, no se pueden tomar decisiones doctrinales ni se permite hacer nombramientos, lo que garantiza que ningún poder quede concentrado sin control.
El responsable de gestionar este periodo es el camarlengo. En este caso, el cardenal Kevin Farrell ha asumido la administración temporal del Vaticano. Su papel es fundamental: además de verificar oficialmente la muerte del papa —un acto que se realiza siguiendo protocolos estrictos—, debe sellar los aposentos pontificios, preparar el funeral y organizar el cónclave.
El funeral: un acto público y de fe
El cuerpo del papa Francisco ha sido trasladado a la Basílica de San Pedro, donde permanecerá durante tres días en capilla ardiente. Fiel a su estilo austero, Francisco expresó en vida su deseo de ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, en lugar de las tradicionales Grutas Vaticanas. Su funeral, además de ser un evento religioso, se convierte en una manifestación pública de duelo y respeto, seguido por líderes políticos y millones de fieles en todo el mundo.
Este rito no es solo simbólico: también marca el final del luto oficial y prepara a la Iglesia para la elección del nuevo pontífice.
El cónclave: un proceso de deliberación y secreto
Pasados entre 15 y 20 días desde la muerte del papa, se convoca el cónclave. Esta asamblea está formada por todos los cardenales menores de 80 años, quienes se reúnen en la Capilla Sixtina bajo estricto aislamiento. Este encierro tiene como objetivo garantizar la libertad de decisión y evitar cualquier presión externa. Por ello, no se permite el uso de teléfonos móviles, correo electrónico ni contacto con el exterior.
El número de cardenales electores suele rondar los 120, aunque en esta ocasión se ha autorizado la participación de hasta 135. Previamente al inicio de las votaciones, los cardenales juran guardar secreto y actuar en conciencia por el bien de la Iglesia.
Durante el cónclave, se realizan hasta cuatro votaciones diarias. Cada cardenal escribe el nombre de su candidato en una papeleta, la dobla y la deposita en una urna de plata. Para ser elegido, el candidato debe obtener una mayoría de dos tercios de los votos. Si tras 34 votaciones no se alcanza consenso, se procede a una votación entre los dos candidatos más votados.
Este método evita bloqueos prolongados y ha demostrado ser eficaz para alcanzar decisiones en un tiempo razonable, aunque históricamente ha habido cónclaves que se han prolongado durante meses.
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Fumata blanca: el anuncio más esperado
Uno de los aspectos más visuales del proceso es el uso del humo como señal para el público. Tras cada votación, las papeletas se queman en una estufa especial. Si no hay acuerdo, se añade una sustancia química que genera humo negro. Si se ha elegido papa, la combustión es limpia y produce humo blanco, conocido como fumata blanca.
Esta señal es el único indicio externo del resultado hasta que el nuevo pontífice es presentado oficialmente.
Habemus Papam: el nuevo papa da su primer paso
Cuando un candidato es elegido y acepta el cargo, el cardenal protodiácono lo anuncia desde el balcón central de la Basílica de San Pedro con la fórmula latina Habemus Papam. El nuevo papa se asoma entonces ante la multitud congregada en la Plaza de San Pedro y dirige sus primeras palabras al mundo.
Este momento, cargado de emoción y expectativa, marca el inicio oficial de su pontificado.
Posibles sucesores: entre la continuidad y el cambio
Aunque el proceso es secreto y los nombres de los candidatos no se hacen públicos, diversos analistas apuntan a ciertos favoritos. Entre ellos destacan Pietro Parolin, actual secretario de Estado del Vaticano; Matteo Zuppi, cardenal de Bolonia y figura clave en el diálogo interreligioso; Luis Antonio Tagle, de Filipinas, quien podría convertirse en el primer papa asiático; y Robert Sarah, cardenal guineano de perfil conservador.
La elección del nuevo papa tendrá consecuencias más allá del ámbito religioso. Su perfil influirá en temas globales como la migración, el cambio climático, la bioética o el papel de la mujer en la Iglesia.
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La muerte de un papa abre un periodo de incertidumbre, pero también de esperanza para millones de fieles. El proceso que culmina con la elección de un nuevo pontífice es uno de los rituales más antiguos y seguidos del mundo, reflejo del peso que aún hoy conserva la figura papal en el plano espiritual, político y cultural.